miércoles, 11 de febrero de 2009

La escritura del cuento o el arte de desenvolver la madeja





La escritura del cuento o el arte de desenvolver la madeja


Nana Rodríguez Romero

Variadas son las formas de creación en el cuento. Cada escritor en su universo, su forma de percibir el mundo, su imaginación e intuición y su relación con el lenguaje y las estructuras narrativas, posee una particularidad que define su estilo.

Me inicié como escritora de poesía durante largos años; esto me ha dado oportunidad de acercarme al lenguaje, a la síntesis semántica y a conocer lo que otros han llamado el instante poético. Curiosamente no soy muy aficionada a la lectura de poemas, la poesía me llegó a través de la narrativa. Frente a la escritura del cuento siempre tuve una especie de temor e imposibilidad. Significaba para mí, - y aún significa – un reto muy grande.

Al comienzo, intenté escribir un cuento que salió como un balbuceo, o una especie de escritura telegráfica o un tartamudeo que no descubría nada. A medida que pasaban los años, lo único que me aproximaba a la narrativa, eran mis sueños, pero no los sueños que tenemos despiertos, aquellos que se proyectan hacia el futuro, hacia la utopía o el deseo, eran mis viajes oníricos que cada noche construía como una película o especie de video. Las imágenes de mis sueños han sido tan nítidas y tan plásticas y a veces tan asombrosas, que prefiero asimilarlas como constructos estéticos y simbólicos antes que recurrir al inconciente o a los análisis freudianos.

En esa época, compartía estos sueños, pequeños fragmentos visuales que en ocasiones narraban una historia, con un escritor y él tomó algunos de ellos para la creación de sus cuentos. Luego, por consejo de otras personas empecé a tomar notas sobre esas imágenes oníricas y me enfrenté al abismo, a la aventura de darles forma narrativa, desde el inicio, con la brevedad y la economía en el lenguaje. Indudablemente que de la imagen a la palabra hay una gran distancia, pero creo que he logrado cierta plasticidad por medio de las palabras. A partir de esos fragmentos, di cuerpo a la mayoría de las historias reunidas en mi primer libro de cuentos titulado La casa ciega y otras ficciones.

Cuando me siento a escribir, sé de antemano si va a ser un relato o un poema; esto no significa que los dos géneros no se entremezclen, al contrario, tengo la conciencia de procurar un equilibrio en la escritura. Estas minificciones o minicuentos Además del origen onírico, pueden nacer por una palabra, una anécdota, una vivencia, una fibra tocada por la lectura de otros cuentos, por una imagen fugaz y cotidiana en la calle, en el baño, en el bus, en la iglesia, el trabajo, etc,. Por ejemplo, el cuento titulado La trenza, nació del acto cotidiano de tomar la ducha, al ver algunos cabellos al lado del sifón me dije: qué tal una historia en la cual a una mujer le crece y le crece el cabello, después la historia se me convirtió en una hipèrbole maravillosa con algunos elementos históricos y del folclor latinoamericano.

O el cuento El coleccionista, que nació por un problema de ubicación espacial y de lateralidad, es así que me pierdo en una manzana, en un centro comercial o en un pequeño poblado, debo repetir varias veces el recorrido para llegar a un lugar y hacer asociaciones para ubicarme o recurrir a mapas y direcciones, entonces me hice una ironía a mí misma, también hiperbólica.

El arte y la escritura en particular, son una simbiosis entre el entorno o mundo exterior y la subjetividad o mundo íntimo, conjugados para crear universos literarios, mediados por uno de los más grandes inventos de la humanidad: el lenguaje y con él toda la complejidad que lleva mplícita la construcción de un texto artístico.

Cuando empiezo a signar el papel – porque siempre he escrito manuscritos que después van al computador – parto de una imagen, no se cómo va a desarrollarse la historia,ni cómo va a ser el final. Hace años cuando leí el texto de Cortázar, Del cuento breve y sus alrededores, me sorprendí al encontrar la imagen de la madeja en la creación de sus cuentos, de igual forma, siento como si tuviera una madeja de hilo adentro y empiezo a tirar de la punta, en ocasiones sale limpia y pareja, pero también a veces sale con nudos y enredos que tengo la paciencia de desenredar o cuando veo que es imposible, simplemente, recorto la hebra y empiezo otra historia. No se trata de una escritura automática, porque hay momentos en que me detengo para observar hacia dónde se dirige la historia, generalmente cuando veo que se desboca entre ramas o retóricas inútiles. A veces, antes de concluir, se me aparece o adelanta el final, entonces, dondeo el cuento y lo demás es labor de limpieza.

En general, el relato conserva su primera tensión, la historia no cambia. Dentro de mi estructura mental y afectiva, al escribir las ficciones, no planeo de antemano squemas narrativos. La historia misma se va tejiendo y busca su propia estructura, su propio lenguaje. Confieso que desde que conocí los relatos breves y las minificciones, me han atraído poderosamente por su síntesis y su fuerza evocadora, los concibo como agujeros negros: pequeños espacio-textos que guardan muchísima energía-sentido en su interior.

Los textos que escribo, sean poemas, cuentos, artículos, cartas, pasan primero que todo por el tamíz de mi oído, los leo oralmente, porque el ritmo, la musicalidad interna de las expresiones creativas, en especial, en la música y el cine son una especie de brújula que marca equilibrio y el sentido de las cosas.

Para mí es muy curioso que la gente me pregunte a menudo ¿Y está escribiendo? Como si el escritor o escritora estuviera reducido solamente a escribir, pues pasan largos períodos en los que no escribo una línea, solamente leo y vivo y observo y me asombro con los griegos y La Biblia, Borges, Poe, Kafka, Yourcenar, Whitman, Calvino y muchos otros, entonces imagino que en esa etapa, se están incubando dentro de mí los futuros libros, la madeja interna. Pienso que la lectura y la vida son ese hilo de Ariadna que conduce al laberinto y que un día halo la punta del hilo y allí empieza a nacer lo que se estuvo gestando. Claro que tengo temas que algún día voy a tomar, pero parece que es cuando ellos quieren que se les dé a luz.
Publicado en "El cuento en Red," 2002
Fotografía de Jaime Rodríguez

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