domingo, 8 de febrero de 2009

Lucha con el ángel






Lucha con el ángel (1998)















VII

El ángel de la muerte ha marcado
con sangre la puerta de mi casa.
He velado la noche
con vino amargo,
y pan ácimo
mientras el grito de las madres
atraviesa el filo de las sombras.
Mi primogénito duerme
su sueño de palabras
aferrado al silencio
de las páginas.

XIV

Al atravesar el desierto
No olvides llevar la brújula,
el bastón de Moisés
y ruega al cielo
porque el maná
no esté corrompido
por sustancias venenosas.

XVIII

Como Josué
tomaré siete bocinas de cuerno de carnero
y rodearé tu ciudad.
Sonarán sin descanso
sin importar lluvia o frío
laberinto o desierto
no me detendrán tus ojos sin luz
no me detendrán las murallas.
Siete días y siete noche
tocaré delante de tus puertas
sin importar la oscuridad
de tus ventanas
puñal de centinelas
apostados en el arco de la plaza.
Fragor de trompetas
lloverán sobre tu fortaleza
de silencio
piedra y calicanto
serán polvo bajo los cascos
de mis caballos
entraré en la ciudad
aparecerás desnudo, ya sin armas
y mirándote a los ojos
–como Josué sudoroso y agitado-
en el centro de la plaza gritaré:
Te he conquistado, Jericó.

XXX

Danza Salomé
desnuda y febril
en la taberna,
el vino rueda
en la ebriedad de cada mesa
Juan, conocedor
de artificios mujeriles
sentado tras la ventana de la ciudad
escribe poemas a la luna
mientras pájaros nocturnos
miran cómo ruedan las cabezas.




XXIV


¿Quién es aquel que se dirige a mi casa
con una blosa de estrellas
y llama tan suave a la puerta?
¿Acaso no veis que el agua escurre
por sus hombros
en esta noche lluviosa
y sin embargo trae un canto en la mirada?

He velado su llegada
detrás de la cortina
con el corazón en vilo
buscando en cada ser,
observando...
Cuántas veces he corrido el velo
tras apagar la lámpara
pero hoy
los duraznos han florecido
sus nudillos han derramado
aromas imposibles...

Eres más bello
que un incendio de luna en el verano
las aves del paraíso
saben de tus manos
eres una fuente
donde la luz
estalla sus cristales.

Abrí los ojos
y ahí estabas como un templo
como un altar donde ofician
las mujeres sus amores
adoré tus pies, el suave secreto de tus dedos
los frutos se abrían en cada beso
como una vendimia
como un odre generoso
que esparce el aroma de los años...

¿Quién es aquel
que baja la escalera de mi casa
y se interna en la madrugada
con una bufanda en el cuello
mientras en mi habitación sonríen las estrellas?

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