domingo, 8 de febrero de 2009

Para no morir en silencio



Para no morir en silencio

Nana Rodríguez

Un acercamiento o introducción a la obra de tres poetas de la alemania del siglo pasado es el trabajo que desarrolla Rafael Gutiérrez Girardot en este libro: Gertrud Kolmar, Else Lasker-Schüler y Nelly Sachs.


El autor desarrolla un recorrido por la vida y obra de estas poetas que vivieron los avatares de la Alemania ante el ascenso del nacional socialismo, el holocausto y la posguerra, acompañados por los amores truncados, el hogar judío, y la experiencia laica de la religión, enmarcadas en la época del expresionismo, corriente que apareció hacia finales del siglo IXI y comienzos del XX y permeó todas las manifestaciones artísticas, originándose en la pintura como respuesta al naturalismo y al impresionismo, mediante una crítica de los valores tradicionales que Nietzsche comenzó con sus ideas filosóficas, con el aporte de Freud y Jung. Figuras como Bertold Breht, Piter Waiss, Strindberg en el teatro, Thomas, Mann, Robert Musil, Herman Hesse, Kafka en la novela, Münch en la pintura, Murnau, Robert Wiene y Fritz Lang en el cine, entre otros artistas, fueron contemporáneos de las poetas mencionadas.


Uno de los aportes de Gutiérrez Girardot es reunir a tres figuras que renovaron el lenguaje, los temas y el tono de la poesía con dos ingredientes: ser mujer y ser judía. En 1914 se publicaron un millón y medio de poemas que hacían apología a la guerra, ante esta afrenta hacia el lenguaje y la vida, Gertrud Kolmar y Else Lasker-Schuler responden con la fuerza pictórica y audaz de sus imágenes y metáforas, aunque como lo expresa el autor, Kolmar y Sachs, escribieron sin el propósito de publicar y llevaron una vida alejada de los centros de la literatura y el arte de la época, distinto a Lasker-Schüler que participó de la bohemia del expresionismo alemán.


El texto que compone el libro está escrito sin divisiones, capítulos o subtítulos, es un extenso ensayo que desglosa la historia de estas tres mujeres a través de una rigurosa investigación - como en todos los libros del autor - compuesta por documentos de la época, epistolarios, biografías, crítica literaria personal y de otros autores. Inicia con Gertrud Kolmar, berlinesa, prima hermana de Walter Benjamín, quien más adelante se preocupó por dar a conocer los poemas de ella. A lo largo de la descripción y comentario sobre la vida de esta poeta, se hacen evidentes las circunstancias que hicieron su vida desdichada, al ver deshecho su amor y la maternidad truncada por conveniencias sociales de la época por las cuales sus padres provocaron un aborto del cual parece que no se repuso jamás; así, en el poema La mujer vieja, de su libro póstumo Mundos escribe: Morí tal vez mucho antes ya de mi muerte. Entre agosto y octubre de 1933 escribió Las palabras de los mudos y en 1934 Robespierre, poema que contiene un verso que da nombre al título del libro en cuestión: pero yo moriré callando.


El siglo XX ha sido llamado “el siglo de la danza”, la danza fue un tema significativo en el expresionismo alemán, de esta manera, la poesía de Gertrud Kolmar se vio iluminada por esta imagen, la personificación de la vida, frente a las desdichas cotidianas que acosaban a la poeta. En Retrato femenino, aparecen secciones en las cuales desfilan las desamparadas, las pecadoras, las amantes, las caritativas, las desafiantes, las solitarias, las marginales; al respecto Gutiérrez Girardoth, alude a un enmascaramiento, es decir, que estas nominaciones expresan tácitamente las obsesiones de la poeta: “ el amor ardiente y generoso, el hijo que pudo haber sido suyo, la carta esperada que no llega, su extrañeza como mujer y como judía, su soledad impuesta y escogida”.
Como víctima del antisemistismo, en 1939, Kolmar tiene que agregar a su nombre el de Sara por una disposición nazi, y a partir de ese mismo año tiene que vivir con su padre en una “casa de judíos”. Comienza entonces, su conciencia como judía. En el poema Nosotros los judíos dice:
Sólo la noche escucha: te quiero, te quiero, pueblo mío.
Y quiero abrazarte con los brazos ardiente y firmemente
como una hembra al marido que está en la picota, en el foso,
la madre que no deja hundir solitario al hijo injuriado.

Identificada con su raza, su poética esta habitada por reminiscencias del Antiguo Testamento, así en su novela Una madre, Martha, replica a quien la había llamado prostituta: Israel es como el polvo de la tierra: todos lo pisotean con los pies; pero el polvo los sobrevive a todos. Para Gutiérrez Girardot, esta réplica es la voz inmanente de Gertrud Kolmar, detrás de la personaje bíblica.
Poco después es trasladada a Auschwitz, y en una carta le dice a su hermana: Estoy propiamente en el talante cabal, abatida, agobiada de que como poetisa nada puedo hacer por el momento. Pues… nunca produzco desde un sentimiento de exaltación y fuerza, sino desde un sentimiento de impotencia…
El autor expresa que Gertrud Kolman es una heroína como Judith, Esther o Susana, en su soledad, en su torre, en la intimidad en que dominó e hizo cantar el lenguaje, en los amores perdidos y callados se asemeja a Emily Dickinson, a diferencia de Else Lasker-Schüler (1945) quien encubrió su soledad con exuberancia teatral, amor llamativo y sociabilidad literaria. La poeta es descrita como una persona excepcional, por la manera de vestirse, por su delgadez, expuesta a la vista de todos : faldas amplias extravagantes, o pantalones, blusas imposibles, cuello y brazos adornados con joyas llamativas, falsas, cadenas, pendientes, sortijas de baratillo en los dedos, anillos de criada que eran el centro de interés de todos. Características que bien se podrían identificar con la ruptura en las ideas, los valores y la estética del movimiento expresionista.
Lasker-Schüler también es conocida por su relación amorosa con Gottfried Benn, los dos establecieron una especie de correspondencia epistolar que se tradujo en los poemas que provocaban respuestas de ambas partes, más tarde Benn aseguró que era la poetisa más grande que ha tenido Alemania. Ejemplo de lo anterior es su poema Escucha, dirigido a Benn en el que impera una exhortación de los sentimientos y de la interioridad de la poeta, rasgos particulares del expresionismo:
Robo en las noches
las rosas de tu boca
para que ninguna hembra encuentre beber.
La que abraza
me roba de mis escalofríos
que pinté entorno a tus miembros.
Soy tu borde del camino.
La que te roza, cae a tierra.
¿Sientes mi corporalidad
por doquier
como lejana orla?

Como decía al comienzo de esta reseña, Moriré callando está salpimentado por el autor con apartes de la vida confrontados con la obra de las poetas, unidad indivisible que se complementan cada una y ofrecen una lectura amena a los lectores. De esta manera, nos enteramos de la aversión de Kafka por Else Lasker-Schuler, después de confiarle que no podía soportar sus versos, que le producían aburrimiento, que su prosa le fastidiaba, comenta: le va mal, su segundo marido la ha abandonado, hasta donde sé, también se hace colecta para ella; he tenido que dar cinco coronas por ella sin sentir la más ínfima compasión. No conozco el motivo propio, pero me la imagino siempre como una borracha que por las noches se arrastra por los cafés. Con lo anterior podemos comprobar que las discrepancias y la “mala leche” entre escritores y artistas son una constante en la historia como una afirmación de la condición humana.
Es a Else Lasker-Schüler a quien Gutiérrez Girardot dedica más páginas en su estudio, respecto de la gramática de la poeta considera que era heterodoxa, y lo que más escandalizaba y al parecer sigue ocasionando perplejidades era el desafiante desparpajo y la libertad con que escribía sobre sus enamoramientos y sobre el amor en los cuales se difuminaban los límites entre la realidad y la imaginación. Vida y obra entrelazadas y evidentes en los epistolarios que componían sus novelas, entre ellas Mi corazón es la novela de la bohemia de Berlín del famoso “café del oeste”, una novela íntima en el sentido que la escribió para sus amigos, es decir para iniciados.
El autor de Moriré callando, alude a críticos y poetas que han resaltado la obra de Lasker-Schüler, como Karl Kraus quien reprodujo en su revista la antorcha el poema “un viejo tapete del Tíbet” , con una gran presentación:
No con suficiente frecuencia se puede provocar a esta época sordomuda, que se sonríe irónicamente de los verdaderos originales, sino con una alusión a Else Lasker-Schüler, la figura lírica más potente y más intransitable de la moderna Alemania… el poema que aquí se reproduce del semanario berlinés Der Sturm se encuentra para mí, entre los poemas más encantadores y más conmovedores que he leído, y hay pocos, desde Goethe hasta más abajo, en los que el sentido y el sonido, la palabra y la imagen, el lenguaje y el alma están tan entretejidos como en este tapete del Tíbet. No quiero decir que por esta preciosidad de nueve líneas daría todo Heine. Porque, como ojala se sabe, lo daría por más bajo precio.
El poema dice así:

Tu alma que ama la mía,
está perdida con ella en el Tíbet del tapete

Rayo en rayo, colores enamorados,
estrellas que se han cortejado a lo largo del cielo.

Nuestros pies yacen en la preciosidad
milmasllasmasdemillejos.

Dulce hijo de Lama en trono de plantas de almizcle,
por cuánto tiempo besa tu boca la mía ciertamente
y la mejilla la mejilla por tiempos abigarradamente
anudados ya?

Rafael Gutiérrez afirma que esta poeta llevó a sus últimas consecuencias no sólo su sentimiento innato de soledad y su nostalgia religiosa, sino el cuestionamiento de la palabra, característico del expresionismo. Se consideró a sí misma como jeroglífico y sus signos fueron una leyenda, una narración milagrosa e inventada y vivida por sí misma.
Por último, aparece Nelly Sachs, al lado de Paul Celán; a este respecto, Giratdoth se refiere a la muy célebre y citada expresión de Theodor W, Adorno: “Escribir un poema después de Auschwitz, es bárbaro e imposible”, ya que estos dos poetas se manifestaron después del holocausto junto a más de 300 testigos sobrevivientes. Escribí para sobrevivir. Escribí como en llamas. La imágenes y las metáforas son mis heridas decía Nelly Sachs. Como para las otras dos poetas, para Nelly Sachs el amor insatisfecho fue determinante en su vida y confesó que una voz desconocida le dictaba sus poemas. Desde su exilio en Suecia confió a Walter Benjamín: tengo aquí una madre enferma. Enferma del terror y de pavor en torno a todo lo que antes habíamos padecido, los seres más queridos me fueron arrancados del alma, perecieron en Polonia, y había unas noches en las que sentía su morir, o más bien fui destrozada por el dolor. Esas son las Elegías, esos son los epitafios… Debe elevarse un altar de silencio, pero si es uno de piedras, es decir, palabras, entonces que ninguna sea cincelada. Nada he elaborado en las elegías, las he escrito como la noche me las entregó, eso es todo.


A Nelly Sachs se le conoce como “la poetisa del destino judío”, sus lecturas de la Biblia, las penurias del exilio entre otras cosas se condensaron en un lenguaje nuevo en la lírica alemana de posguerra. En Las moradas de la muerte, en uno de sus poemas más famosos expresa:

¡Oh!, las chimeneas
sobre las moradas ingeniosamente inventadas de la muerte,
cuando el cuerpo de Israel subió disuelto en humo
por el aire –
como deshollinador lo recibió una estrella
que se volvió negra
¿ o fue un rayo de sol?

¡Oh! las chimeneas
caminos de libertad para el polvo de Jeremías y de Job –
¿quién os inventó y construyó piedra sobre piedra
el camino para los fugitivos del humo?

¡Oh!, las moradas de la muerte,
tentadoramente aderezadas
para el dueño de la casa que antes era huésped –

¡Oh! Vosotros dedos
poniendo el dintel de la entrada
como un cuchillo entre vida y muerte –

Oh vosotras chimeneas,
Oh vosotros dedos,
y el cuerpo de Israel en humo por el aire.

El autor reùne a Sachs y Celán por varias convergencias en su vida, por una parte, los padres de Paul Celán han sido asesinados en Auschwitz y el novio de Nelly Sachs pereció a mano de los nazis, estas circunstancias originaron una larga relación de refugio muto familiar. Nelly Sachs murió en mayo de 1970, un mes después del suicidio de Paul Celán. Compartió el premio Nobel de literatura con el escritor israelí Shmuel Yosef Agnoncon en 1966. Concluye Gutiérrez Girardot que la renovación estética de las tres poetas, especialmente en Gertrud Kolmar y Else Lasker-Schüler no se redujo al ámbito de la poesía femenina, como lo aseguraron Walter Benjamín y Gottfried Benn. Una escala de renovación fue la transmutación de los substratos y elementos judíos- concientes y más tarde asimilados- en una expresión total, es decir en una identificación de mujer, ritmo y palabra que, iluminadas por el amor trunco, pero gratuito, noble y constante, se extiende hasta formar la unidad de persona, universo, Dios.


La lectura de este libro es gratificante, no sólo por el acercamiento que nos brinda el autor a estas tres poetas poco conocidas en nuestro país, sino por la manera como navega por las vertientes de la historia, la crítica, y la estética. Se convierte pues en invitación o abrebocas para conocer más a fondo su obra y adentrarnos desde la visión de la poesía hacia esa trágica y vergonzosa franja de la historia como fue el exterminio del pueblo judío.


Además, subrayo que la mirada que nos presenta Gutiérrez Girardoth hacia la obra de las poetas alemanas, dista mucho de las miradas reduccionistas que hablan de la “poesía femenina” o aquellas que miran con desdén los temas del amor, el erotismo, la maternidad por ser “propias” de la escritura de mujeres.

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