domingo, 8 de febrero de 2009

Territorios de la imaginación



Territorios de la imaginación


Nana Rodríguez Romero




La imaginación no es un estado
es la existencia humana en su totalidad
William Blake

Pre-texto
Para escribir esta texto que deseo compartir con ustedes, debo confesar, estuve dando vueltas y vueltas ante el papel seda en rosa, porque este manuscrito originalmente descansa sobre un lecho rosa pálido, antecedido por un caos de ideas, sentimientos, autores, imágenes y vivencias que no sabía cómo ordenar.
Inicialmente entré en diálogo con Georges Jean, Ana Pelegrín, Jacqueline Held y Bachelard, entre otros. Mi gato llamado Tomás, -que se fue una noche a buscar mariposas y no regresó-, me acompañó algunas ocasiones, echado sobre la mesa, ronroneando y talvez riéndose de mí, al ver la indecisión frente a los textos. Pero pensé, por qué no empezar a desenvolver el ovillo como hilo de Ariadna y buscar dentro de mí para sacar unos peces fosforescentes de ese mar de la imaginación.
El encuentro con las palabras siempre ha provocado en mí esa ambigüedad entre el placer y la angustia. Todo acto de comunicación mediado por el lenguaje exige un rigor, y más en este difícil tema de la imaginación.
Abordarlo, desde la sicología como fenómeno inherente a la psiquis del ser humano o desde la filosofía como disciplina constitutiva del conocimiento o desde la fenomenología, sería un trabajo extenso y apasionante, pero en este momento y para esta ocasión, quiero hacerlo desde mi experiencia como escritora de cuentos y poesía, como maestra fortuita, y digo fortuita pues en pocas ocasiones lo he intentado con adultos, adolescentes, y ese público tan exigente: los niños, a través de talleres, clases, lecturas de cuentos y poemas, conferencias o sencillas conversaciones.
Entre la realidad y la ficción
¿Fue sueño o realidad?
Quién de ustedes no se ha hecho esta pregunta y se ha quedado en vilo al despertar de un sueño o de una pesadilla, o un estado particular de conciencia en el cual ha visto pasar imágenes o se ha visto involucrado dentro de ellos.
Preguntar a los niños sobre la realidad y la imaginación es entrar en territorios asombrosos, pues el umbral que los separa es muy débil; no pocas veces hemos oído o vivido o comprobado que la realidad sobrepasa a la ficción. ¿qué es lo que permite que los niños en especial, tengan tan desarrollada esa capacidad de asombro, de crear seres imaginarios? Será esa especie de libertad, esa inocencia con la cual también los artistas son capaces de crear mundos?
Vivimos una época en la cual la tecnología ha abierto las puertas a un mundo virtual,¿pero qué ha sido de los imaginarios cuyo remanente descansa en los mitos?
Alguna vez conversaba con Ana María, una niña de tres años, y le relataba la historia del Lobo y caperucita, al final, con los ojos como dos lunas llenas, zapateaba y excitada me decía: No, el lobo no es malo, no es malo! Después le propuse que me contara ella un cuento y de inmediato inventó la historia de unas vacas que se convirtieron en globos y volaban redondas alrededor de la luna.
Una historia no necesita ser verdadera sino hermosa, dijo la alondra a Alejandra, en El Cazador de estrellas y otras historias, de James Krüs. Lo fantástico como elemento de la imaginación es una zona crepuscular , ese otro lado del sueño, según Victor Hugo o ese detrás del espejo de Lewis Carroll, está íntimamente relacionado con la infancia.
Para un niño , como para un escritor, el animismo es una actividad lúdica que se lleva a cabo en terrenos de la imaginación: El lagarto está llorando, el sol luce un chaleco de raso, la rana habla, etc. La ficción está relacionada con el juego, el sueño se mezcla con la realidad por esa necesidad que tiene el ser humano de encontrarse con lo insólito. Por esta razón los escritores, en especial de literatura infantil, deben ser concientes de la carga de poder imaginario y simbólico que conlleva la palabra.
La imaginación no es otra cosa que la combinación de elementos reales, y las posibilidades del arte combinatorio lindan con lo infinito, nos recuerda Borges. Juegue usted con un niño y preséntele cinco animales, propóngale crear monstruos o bestiarios, verá el gran ánimo y empeño que pone en el juego porque todo acto creativo es un juego, una baraja con múltiples opciones.
Hay un lugar común y es el decir de muchos respecto de los poetas, que viven en la luna; y qué significa vivir en la luna, sino esa capacidad de explorar otros mundos, de ver con miradas distintas, de ir más allá del mundo de tres coordenadas. La imaginación no necesariamente está asociada a la divagación ociosa, al vagabundeo desordenado y caótico. La imaginación en éste sentido no es la loca de la casa.
Gracias a esa capacidad de imaginar, son posibles otros mundos, es posible la utopía. No es un desfase frente al mundo normal obras como las de Swift, Carroll, Huxley o Ray Bradbury, sino al contrario, el propósito de estos autores es mostrar un aspecto crítico que produzca la reflexión en nosotros.
Existe la idea errónea de que la literatura fantástica produce horror y angustia en los niños, que la literatura maravillosa preñada de príncipes, hadas, brujas y varitas mágicas, está descontextualizada, pero es indudable que esta clase de literatura ha sido la respuesta a la visión de mundo de una época y que cumplió con unas funciones. La necesidad de actualizar los mitos o crear nuevos mitos, es tarea de los imaginarios.
Cuando decidí escribir un libro de historias que pudieran leer niños y adultos, me enfrenté a la terrible responsabilidad y dificultad que significa dirigirse en términos sencillos y a la vez complejos, con la ingenuidad y la sabiduría de la infancia. Siempre me han atraído esos seres fantásticos de la vida feérica: gnomos, hadas, duendes, elementales de la naturaleza, ninfas, nereidas, sílfides, etc; entonces decidí tomarlos para actualizarlos y traerlos a vivir aquí-ahora, en este comienzo de milenio, y encontré que su naturaleza es inmortal y que así como exaltaban en siglos anteriores, igual ahora son capaces de asombrarnos o conmovernos y hasta asustarnos.
Ustedes se preguntarán cómo se puede comunicar la ficción particular de un escritor o escritora con la ficción de los otros, ¿será que el ser humano tiene una gran necesidad de lo fantástico, una necesidad tan básica como dormir, jugar, comer o hacer el amor?
La ficción o la fantasía permiten materializar el deseo: Hablar con los animales, liberarse del peso para volar, volverse invisible, deleitarse con una casa de caramelo o de chocolate, atravesar las paredes. Es sabido que a menudo estos sueños son retomados por la ciencia; visionarios como Julio Verne han abierto caminos; y qué hace el científico sino soñar o imaginar. En dónde está la frágil línea que separa la realidad del sueño? No deberíamos hablar de literatura fantástica –ironiza Borges- porque no sabemos a qué género pertenece el universo: si al género fantástico o al género real.
Qué es lo insólito? Existe una relatividad en ello, pues para nosotros algo insólito puede parecer trivial y corriente para otros. Costumbres y ritos de pueblos y culturas diferentes a la nuestra pueden parecernos insólitos y fantásticos: la capacidad del ser humano para fabular es infinita, capacidad asociada indudablemente con el juego, y acompañada por la estética.
Pedagogía de la imaginación
Varios son los escritores que han hablado sobre la necesidad de pensar y construir una pedagogía de la imaginación. Existe un temor dentro de los maestros y maestras por asumir la invención, la creatividad, tienen un temor por romper las reglas y eso precisamente es lo que hacen los niños, a los cuales se les ha permitido espacios de libertad y de expresión.
Un acercamiento con la poesía desde la más temprana edad, una sensibilización desde las distintas manifestaciones del arte, la exploración de los sentidos, la convivencia con la naturaleza, permiten desarrollar la imaginación y abrir camino para los futuros científicos, pensadores, creadores y hasta políticos y estadistas, en fin , para todo hombre o mujer en cualquier circunstancia y vocación de la vida. Es tan grande y de tanta responsabilidad el trabajo de los maestros y maestras en la formación de la infancia, que es necesario volver sobre la esencia del Ser Maestro, no bastan los conocimientos, la erudición, los métodos; lamentablemente se ha olvidado esa relación humana que debe existir entre los seres, esa capacidad de comprensión y respeto; el día en que como adultos recordemos a nuestros profesores sobre todo por las actitudes que nos formaron como un ser social y humano, que nos marcaron una ética y una afectividad, ese día la vocación de ser maestro recobrará su más grande sentido.
Personalmente como todos ustedes, tengo recuerdos amables de mi época de escuela pero también imágenes desagradables de actitudes equivocadas. Debo confesar que mi gusto por la lectura y la escritura nació en primera instancia por la lectura de los cuentos animados de Tribilín, el pato Donald, las aventuras de Tarzán, la pequeña Lulú y más adelante, las novelas de pistoleros. Un recuerdo muy grato que tengo de mi grado cuarto de primaria, eran las cartillas en las cuales había cuentos como La casa del viento, El Rey Midas, que yo leía a mi hermano menor al regresar del colegio. Ahora adultos, cada vez que tenemos la oportunidad de compartir las vacaciones me pide que le lea antes de dormir, claro, ahora artículos científicos o ensayos, pero también cuentos y poesía.
Es indudable que ese primer acercamiento con la literatura a través de la aventura de oír deja huellas imborrables, es como la llave a la puerta de la imaginación. Por medio de la oralidad de las palabras, el acto de comunicación permite posteriormente acceder con facilidad a la comprensión del lenguaje escrito. El niño que escucha asume la palabra como un ente vivo porque nombra una realidad o una ficción. La función de los cuentos contados es alimentar la imaginación, por eso la importancia de la voz, la entonación, el ritmo que despierten en el niño la creación de imágenes y mundos propios. Cada uno de nosotros como lectores y escuchas, armamos nuestra propia película. Basta con mirar los ojos de un niño mientras le contamos un cuento. Arriesgarse a contar una historia es decidirse a instaurar un orden del que sólo responde la rectitud del narrador, es decir, su fidelidad a la experiencia y a la memoria. Anota Fernando Savater.
El contar cuentos evoca el círculo alrededor del fuego o del árbol, esos elementos primarios cuando la historia era sentida como parte de cada uno. El había una vez o érase una vez es la iniciación del acto ritual que quiere satisfacer un sueño humano. Recobremos en el contador de historias a esa abuela ancestral que nos reunía en el calor de sus faldas. Permitamos que nuestros niños conserven esa semilla de la infancia para construir un mundo más armonioso, no en vano dice Freud: El niño es el padre del hombre. Aunque ahora nuestras abuelas hayan sido reemplazadas por el computador o el CD room. Permitamos que la nueva tecnología sea un vehículo que abra ventanas a la imaginación.
Entre la oralidad y la escritura
Mi experiencia con la escritura ha estado signada por la timidez que en un principio me llevó a escribir poesía, esos textos iniciales, caóticos, oscuros, que no son más que ejercicios que navegan entre dos aguas turbulentas: las aguas de la intimidad y las aguas del lenguaje; mediante la voluntad y el deseo estos textos se han ido transformando en aguas dóciles o igualmente turbulentas, domadas por los remos de la constancia, la conciencia de la escritura, y la responsabilidad que conlleva ser escritora.
En aquella época pensaba que jamás podría escribir un cuento, para mí era una labor de gente muy capaz. Apenas me atrevía a contar las imágenes de mis viajes oníricos a un escritor que hacía de amanuense. Luego intenté darle cuerpo a través de mi propia escritura. Y así nació un libro de cuentos breves y minicuentos. Luego, pensaba que escribir para niños era –y es, lo sigo pensando- muy exigente, pero bastó buscar la semilla de la infancia, volver a los solares de las casas viejas de Tunja, los huertos, los aljibes, y no paré de escribir. Ahora me intimidan las novelas, no sé si algún día podré transitar por ese mundo tan vasto, lo único que sé, es que las palabras me acompañarán hasta que llegue el momento de bordear la otra orilla.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Hall, Michael. Hadas, duendes, elfos. Edicomunicación, S.A. Barcelona, 1992.
Held, Jacqueline. Los niños y la literatura fantastica, función y poder de lo imaginario. Paidós Educador. Barcelona, 1987.
Jean, Georges. Los senderos de la imaginación infantil. Fondo de Cultura Económica. México, 1994.
Pelegrín, Ana. La aventura de oír: Editorial Cincel Kapelusz. Bogotá, 1984.

* Fotografía de Jaime Rodríguez Romero





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